domingo, 1 de abril de 2012

Osprey Command: Georgy Zukhov



Una de mis editoriales favoritas, Osprey Publishing, ha sacado recientemente una nueva serie de libros. “Command” no habla de los soldados, sino de los generales. Pretende estudiar sus batallas y acciones para poder sacar conclusiones de ellos. Como aficionado a los temas de gestión y liderazgo no he podido evitar hacerme con ellos y, aunque empecé con un desconocido como el duque de Malborough, me apetecía más empezar a hablar de Zukhov y empezar con él a ver una serie de perfiles de los cuales se pueden sacar conclusiones y aprender cosas.

Georgi Konstantinovich Zukhov fue el general soviético más famoso de la Segunda Guerra Mundial. Tras sobrevivir a la Guerra Civil Rusa y a las purgas estalinistas al Alto Mando Soviético (gracias al cuidado del padre de la caballería roja Simon Budyonny, hombre de prominente bigote), despuntó en 1939 venciendo a los japoneses en una escaramuza poco conocida en Normohan/Khalkhin Gol, cerca de la frontera con China. Tras colaborar en la poco conocida anexión de Moldavia a la URSS, vino la invasión nazi. Nuestro general se encontró en los puntos más destacados: primero en Leningrado, luego a las puertas de Moscú. Tras eso vino la batalla de Kursk, la mayor batalla de carros de la historia, donde el Reich cedió la iniciativa estratégica a los soviéticos. Y luego empezó el avance hasta Berlín, donde Zukhov disputó una carrera con su gran rival, Koniev, para alcanzar el Reichstag y acabar la guerra.

Que el libro sea dedicado a este general no indica que deba ser un panfleto halagador y que obvie el lado malo del personaje. Zukhov no fue un angelito: no le preocupaban las condiciones de unos soldados a los que no dudaba en sacrificar para alimentar ofensivas que ya estaban condenadas al fracaso. También se ocupó de menoscabar el rol en sus victorias de sus subordinados y de “hinchar” su leyenda propia dotándose de cierta infalibilidad. Incluso se menciona su crítica hipócrita a sus subordinados que tenían “esposas de campo”, cuando él mismo tuvo romances con algunas mujeres soldado.

También destaca su estilo de liderazgo. Lejos de inspirar a sus subordinados, su especialidad era bajar al cuartel del que no estuviera cumpliendo sus objetivos y soltarle un soberbio rapapolvo con amenazas de muerte (incluso hay una lámina dedicada a Zukhov amenazando al general Tarasov). No deja de ser parte del estilo de mando soviético, donde a Stalin no le importaba ejecutar al general que se retirara o no “cumpliera con su deber”.Me recuerda cuando Suvorov/Rezun explicaba que Stalin sacó a Rokossovsky y a otros generales purgados del GULAG en 1941 para mandar al Ejército Rojo contra los alemanes ya que su única opción era vencer. Si perdían o morían a manos alemanas o eran ejecutados por el NKVD. Así ahorraban papeleo y les daban la oportunidad para tener una muerte “redentora en acción”.

Muchos dirán que este estilo “bullying” de liderazgo es anacrónico, pero sigue viéndose en según que empresas. Y aunque a corto plazo pueda (no siempre) conseguir objetivos, el desgaste del equipo humano que conlleva me hace ser poco partidario de él.

Pero eso no quita que, pese a no haber aportado ninguna innovación al campo de la estrategia, supo aprovechar las innovaciones otros (como la “GuerraProfunda de Tukhachevsky”) y aplicarlas en el campo de batalla con magníficos resultados. Pese a su poco conocida derrota en Rzhev (a manos, no olvidemos, del experto en guerra defensiva del Reich, Walther Model), el resto de carrera fueron victoria tras victoria. Destaca en el libro la poco conocida victoria en Magnuszew, según el autor la mejor de Zukhov, que fue decisiva para tomar la fortaleza de Varsovia. Se hace referencia al uso que hacía del arte ruso de la maskirovka, o engaño estratégico. Así mantenía pocas tropas haciendo ruido en un punto para que el enemigo pensara que la ofensiva iría por allí, mientras el grueso se reunía silencioso en otro preparado para machacar el punto débil de la línea enemiga.

No cabe duda que su mano, junto en mi opinión la de mi favorito Vasilevsky, fue decisiva para reciclar al soldado soviético que fue vapuleado en 1941 y convertirlo en el frontovnik que preparó el camino a Berlín y a la victoria (aunque a un coste exorbitado). Y eso, vistos los millones de muertos y prisioneros en las fases iniciales de la guerra (cerca de tres millones de muertos y prisioneros en las primeras batallas), tiene un gran mérito.

Al fin y al cabo, como dice el tópico: “la batalla no está perdida hasta que se deja de luchar”.

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