miércoles, 24 de agosto de 2011

1861-2011: 150 años de la Casa Dividida.

 
 
Hará unos meses se celebró el 150 aniversario del bombardeo de Fort Sumter, en Carolina del Norte. Los primeros disparos de un conflicto civil que marcó a los Estados Unidos y que contribuyó a forjar el carácter nacional de ese país, como suelen hacerlos las Guerras Civiles desde tiempos de Julio Cesar.

Mucho se ha escrito sobre las causas de este conflicto. Que si la esclavitud. Que si la lucha entre un Norte eminentemente industrial contra un Sur marcadamente agrícola. Que si los derechos de los estados. No entraremos en las razones. En futuras entregas ya tendremos tiempo para ello.

Yo personalmente siempre he tenido más simpatías por los confederados. A mi me van más los perdedores. De ellos puedes aprender muchas lecciones. Además, hay ese Romanticismo de Causa Perdida que se ha forjado al largo de los años tras la derrota. Y es una de las pruebas de la Gran Verdad de la Guerra Moderna: la Superioridad en Logística y Producción gana las guerras. A la historia de las Guerras de los últimos 200 años me remito. Los mejores y más entrenados soldados, sin munición, sucumben ante los conscriptos bien provistos de ella.

A Lee lo considero un buen general. Pero no lo considero, como muchos “pro-sureños” hacen, “lo más grande que ha parido madre”. Vale. Hizo un magnífico trabajo gestionando los activos limitados que tenía el Ejército del Norte de Virginia. Pero cuando llegó el momento de la verdad, en Gettysburg, falló de forma clamorosa. Y a partir de entonces tuvo que ir trampeando con lo que quedaba de su Ejército hasta rendirse en Appomattox en 1865.

En cambio Grant me encanta. Quizá sea por su fama de bebedor. Quizá por ser como un general soviético de la Segunda Guerra Mundial: ordenando avanzar, aunque las bajas se amontonasen. Él trajo la Guerra Total a los EEUU de la mano de su pupilo William Tecumseh Sherman.  Pero el que me gusta realmente, y al que creo infravalorado, es al bueno de George Meade. Él era quien mandaba el Ejército del Potomac en Gettysburg. Si ese hombre hubiera sido inglés, en Inglaterra tendría plazas con su nombre y columnas. En cambio, en América permanece en el anonimato. Y eso que hizo lo que todo buen líder debe hacer: tomar las decisiones adecuadas en el momento adecuado.

Además, es una de las últimas guerras con uniformes bonitos, caballería cargando a lo loco sin ser derribada por ametralladoras, y espíritu decimonónico. A partir de ella las cosas cambiarían bastante. No olvidemos que fue en esta guerra cuando el bueno de Lee dijo eso de “Es bueno que la Guerra sea tan terrible, o le cogeríamos el gusto a ella”.