martes, 3 de mayo de 2011

Stamford Bridge 1066



Al hablar de Stamford Bridge, a los futboleros les viene a la cabeza el campo de futbol donde juega el Chelsea FC. Los cules lo recordaran por el gol de Iniesta que les metió en la final de Roma, donde ganaron esa Champions de la que Mourinho hubiera renegado. Pero también es el nombre de una batalla que, aunque no fue decisiva para la historia de Inglaterra por ella misma, sí que lo fueron sus consecuencias.

Para ponerse en situación hay que desplazarse mentalmente a la Inglaterra del año 1066. Un lugar de rencillas y con una corona disputada tras la muerte de Eduardo el Confesor, donde tres duros aspirantes se disputan el trono. El que lleva más ventaja es Harold Godvinson, ya coronado rey por la aristocracia anglosajona imperante, bajo el nombre de Harold II. Parece que partía con ventaja, si no fuera por que en frente tiene a dos rivales astutos y muy buenos.

El primero de ellos es Guillermo de Normandía, también conocido como Guillermo el Bastardo por ser hijo ídem de Roberto I el Diablo. De él heredará el ducado de Normandía a los ocho años de edad, cuando su padre muere durante una peregrinación en Tierra Santa. Tras salvarse de varios intentos de asesinato y rebeliones, logra afianzar su posición gracias a su astucia y crueldad. Y como parece que al pez grande le hace demasiado pequeña su pecera, aprovechó la muerte del buen rey Eduardo para reclamar el trono de Inglaterra. Guillermo sustenta su legitimidad a la monarquía diciendo que Harold Godvinson se lo prometió cuando rescató a este de un naufragio en el Canal de la Mancha. Pero como en esa época no habían servilletas con las que firmar contratos a lo Messi, las palabras se las llevó el viento.

Y del otro rival no era importante él en sí mismo, si no su avalador: Harald III Sigurdsson, (aka “Hadrada”, aka “El Despiadado”) de Noruega, el Último Vikingo. Era considerado el guerrero más grande de su tiempo. Él era otro duro bastardo, hijo esta vez de Harald I de Noruega. Cuando su padre murió se exilió, sirviendo primero al rey Yaroslav de Novgorod y luego al emperador de Bizancio en las filas de la Guardia Varega (haciendo kilómetros por Europa y el Mediterráneo en una era en que los vuelos low-cost no existían). Cuando amasó una buena fortuna volvió a casa y se coronó rey. Tras varias guerras contras los daneses, decidió ayudar a Tostig Godvinson, conde de Northumbria y hermano de Harold Godvinson, a alcanzar el trono de Inglaterra y repartirse la isla con él. A sus 51 años aún era una visión imponente: un gigante rubio de metro ochenta curtido en mil batallas y un aura majestuosa.

La posición de Harold no era nada buena, sobretodo cuando los bastardos de Harald y Guillermo se aliaron, atacando Guillermo por el sur y Harald por el norte. El noruego desembarcó con sus tropas cerca de York. Junto al aguerrido Harald venía una horda de vikingos noruegos, guerreros trotamundos y curtidos en mil batallas e incursiones. Los más duros de ese ejército eran los temidos berserkers: guerreros que luchaban en pleno delirio etílico con una furia inhumana y sus sentidos embotados para apartar el dolor de su mente. Algo así como los hooligans ingleses borrachos de Lloret pero con armaduras y hachas… Y las cosas parecieron empezar bien, ya que derrotó a los pequeños ejércitos leales a Harold I que encontró.

 Berserker, según el juego Medieval Total War.

El rey Harold Godvinson hizo algo de sentido común cuando luchas contra dos rivales separados: ir a por el primero y, tras liquidarlo, luego ir a por el otro. Godvinson iba con una buena tropa. En ella destacaban los nobles “housecarls”, guerreros nobles al servicio de su monarca que repartían muerte y desolación con sus hachas. Y como carne de cañón, el “fyrd” y sus “fyrdmen”, la tumultuosa infantería que encajaba los golpes. Con esta tropa marchó a toda prisa, posiblemente gracias a los caminos construidos por los antiguos romanos, a por los noruegos, dejando a Guillermo y sus normandos para más adelante. Fue una buena marcha: 180 millas en 4 días, algo magnífico para un ejército de infantería que se mueve a pata con armaduras y armas de metal.

 Huscarl. Los hombres de las Grandes Hachas.

Las cosas empezaron bien para Harold Godvinson. Haciéndose pasar por un emisario suyo se reune con Harald y Tostig. Le ofrece a Tostig devolverle sus privilegios, pero cuando este le pregunta que le dará al rey de Noruega le responde: “Seis pies de tierra inglesa, y uno más ya que es tan alto”. Toda una declaración de intenciones. Al día siguiente, un 25 de septiembre, llegó el momento de la verdad. Los dos ejércitos chocaron y empezó la lucha.

El climax de la batalla se dio cuando un gigante berserker noruego, una mole nórdica de más de dos metros con una ebria sed de sangre y hacha en mano, se quedó defendiendo el puente y mató a cualquier sajón que se atreviera a pasarlo. Cuando a los sajones les falló la fuerza bruta probaron con la astucia: uno de sus guerreros se infiltró bajo el puente y, desde allá, lanceó al berserker. Este no era el Caballero Negro de “Monty Python” y cayó. Pero le dio tiempo a sus compañeros a que se replegaran y formaran tras un muro de escudos ( el “Shieldwall” que da nombre al suplemento de “Warhammer Ancient Battles” que trata de la época), a la espera de un nuevo ataque sajón.

 Recibir una lanza así debe doler independientemente del índice de alcoholemia.

Esta vez solo fueron los "fyrdmen", absteniéndose los huscarles, que se contentaron en ver a la prescindible infantería siendo masacrada por los vikingos. Estos se confiaron, contraatacando. Pero los "huscarles" les metieron en su lugar. Y a Harald Hardrada le alcanzó una flecha al cuello. Cuando un compañero se interesó por su estado, este respondió: “solo es una pequeña flecha, pero está haciendo su trabajo”. Al rato el Último Vikingo murió como un guerrero, con su arma en la mano en el campo de batalla. Las ilusiones de los noruegos flaquearon, y con ellos su voluntad de luchar, lo que les llevó a ser vencidos. Una medida de la derrota y la mortandad entre ellos fue que necesitaron 300 naves para desembarcar en Inglaterra. Para el viaje de vuelta bastaron 24 barcos. Las cifras hablan por sí solas

 La muerte de Harald el Vikingo.

Los noruegos huyeron, comprometiéndose a mantenerse lejos de Inglaterra. Tostig también murió, y la única preocupación que le quedaba a Harold era Guillermo y sus normandos. Pero tenía muchas cosas en contra: las bajas sufridas en Stamford Bridge, tener que hacer una nueva contramarcha a gran velocidad (algo que debía agotar hasta al "huscarl" más leal. En Hastings se encontró el ejército sajón, un clásico ejército de infantería, contra el normando, uno más moderno con una caballería eficiente. La flecha esta vez dió en el cuello de Harold Godvinson, y Guillermo de Normandía dejó de ser "El Bastardo" para ser "El Conquistador". Pero eso ya es otra historia.
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